El Servicio de Oftalmología del Hospital de Sant Pau, junto con el Grupo de Investigación en Oftalmología del Instituto de Investigación Sant Pau (IR Sant Pau), han participado recientemente en un ensayo clínico internacional de terapia génica para la degeneración macular asociada a la edad (DMAE) en su forma húmeda, una de las principales causas de pérdida de visión en personas mayores.
La intervención se llevó a cabo hace pocas semanas y supuso un hito para el hospital, al convertirse en la primera cirugía de este tipo realizada en Cataluña en el marco del ensayo. La operación se desarrolló sin complicaciones y marca el inicio de la participación de Sant Pau en este estudio internacional de fase 3, que evalúa la eficacia y seguridad del fármaco ABBV-RGX-314. «Se trata de una cirugía novedosa en la que introducimos el fármaco bajo la retina. La intervención se desarrolló bien y ahora estamos en la fase de seguimiento del paciente», explica el Dr. Ignacio Vela, investigador principal del estudio en Sant Pau.
La DMAE es una patología degenerativa de la retina que afecta a la visión central, dificultando tareas tan cotidianas como leer, reconocer rostros o manejar dinero. Aunque no provoca ceguera total, sí limita de forma muy significativa la autonomía de quienes la padecen. Se estima que entre un 4 % y un 8 % de la población mayor de 70 años sufre esta enfermedad, cuya incidencia crece a medida que aumenta la esperanza de vida.
Existen dos formas principales: la seca y la húmeda. La forma seca, que representa la mayoría de los casos, avanza lentamente y no cuenta con un tratamiento eficaz en la práctica clínica, aunque hay ensayos en marcha. La forma húmeda, en cambio, progresa de manera mucho más rápida: puede provocar pérdidas de visión importantes en pocos meses si no se trata.
Desde 2006, el tratamiento estándar de la DMAE húmeda consiste en inyecciones intravítreas de fármacos antiangiogénicos, que bloquean la proliferación de vasos sanguíneos anómalos bajo la retina y evitan que se produzca líquido o sangre en la mácula. Gracias a ellos, miles de pacientes han logrado frenar la progresión de la enfermedad y conservar parte de su visión durante años. Supusieron, en su momento, un auténtico cambio en el manejo de esta patología, que hasta entonces conducía inevitablemente a la pérdida visual grave en muy poco tiempo.
A pesar de su eficacia, este abordaje tiene limitaciones importantes. El tratamiento requiere una pauta muy intensiva: en el primer año suelen administrarse entre seis y ocho inyecciones, y posteriormente se mantienen de forma periódica cada dos o tres meses, a lo largo de toda la vida del paciente. Cada una de estas visitas implica inyectar el medicamento directamente en el ojo, lo que genera ansiedad y molestias, especialmente en personas mayores que a menudo padecen otras enfermedades crónicas. Además, cada procedimiento conlleva un pequeño riesgo de complicaciones, como infecciones o inflamación ocular, que obliga a un control riguroso.
«Conseguimos frenar la pérdida visual, pero a costa de tratamientos muy exigentes, tanto para el paciente como para el sistema sanitario. La idea de la terapia génica es precisamente evitar esta dependencia de inyecciones continuas en el ojo», señala el Dr. Vela.
El nuevo enfoque busca superar estas limitaciones con una estrategia distinta: hacer que el propio ojo sea capaz de producir, de manera continuada, la sustancia que controla la enfermedad. En lugar de depender de inyecciones periódicas para aportar el fármaco desde fuera, la terapia génica pretende que las células de la retina fabriquen por sí mismas la proteína con efecto antiangiogénico, generando un tratamiento “desde dentro” que actúe de forma constante y estable en el tiempo.
«Lo novedoso es que, con una sola cirugía, el ojo podría producir de manera continuada la medicación que hasta ahora administramos en forma de inyecciones. Es un concepto completamente distinto y con un gran potencial», afirma el investigador de Sant Pau.
Este planteamiento no solo tiene implicaciones médicas, sino también sociales y económicas. Si la terapia funciona como se espera, podría disminuir de manera muy significativa la carga asistencial, al reducir las visitas hospitalarias y la dependencia de procedimientos repetidos. Al mismo tiempo, abriría la puerta a mejorar la calidad de vida de los pacientes, liberándolos de la ansiedad y el impacto que conlleva someterse a inyecciones frecuentes. Aunque todavía es una estrategia experimental y los resultados están pendientes de confirmarse, el potencial de este abordaje lo convierte en una de las líneas de investigación más prometedoras en la lucha contra la DMAE húmeda.
La intervención consiste en una cirugía ocular de microincisión en la que se introduce bajo la retina el fármaco en estudio, ABBV-RGX-314. Se trata de un medicamento de terapia génica formulado con un vector viral que transporta un gen terapéutico. Una vez en el interior de las células de la retina, este gen hace que sean capaces de producir por sí mismas una proteína con efecto antiangiogénico, semejante a la que contienen los fármacos ya aprobados.
El procedimiento requiere una precisión extrema, ya que el medicamento debe depositarse exactamente en el espacio subretiniano y en una dosis determinada. Para garantizar la seguridad y la correcta administración, especialistas internacionales supervisan todo el proceso en los primeros casos, desde la conservación del producto en farmacia hasta el momento de la inyección en el quirófano.
El estudio se encuentra en fase 3 e incluye a unos 500 pacientes en todo el mundo. En España participan alrededor de diez centros, aunque cada uno ha podido reclutar solo un número muy reducido de pacientes debido a los estrictos criterios de inclusión. En Cataluña, Sant Pau ha sido el único hospital que ha realizado la intervención quirúrgica con terapia génica, mientras que otros centros han quedado en el brazo de control con inyecciones convencionales.
El ensayo compara tres grupos de pacientes: dos tratados con la terapia génica en diferentes dosis y un tercero que continúa con el tratamiento estándar. El reclutamiento ya se ha cerrado y actualmente se realiza el seguimiento durante un año para comprobar si los pacientes requieren menos inyecciones que antes y, sobre todo, para evaluar la seguridad y eficacia de esta nueva estrategia.
«Ahora debemos esperar resultados. Es fundamental remarcar que no se trata de un tratamiento disponible, sino de un ensayo clínico en curso. La expectativa es que pueda reducir la necesidad de inyecciones y mejorar la calidad de vida de los pacientes, pero todavía no sabemos si funcionará y hay que ser prudentes», subraya el Dr. Vela.
La intervención realizada en Sant Pau tuvo lugar hace pocas semanas y el seguimiento inicial es positivo, aunque todavía es pronto para valorar los resultados. «Hemos de esperar al menos un año de seguimiento y, después, conocer los resultados globales del estudio. Hasta entonces, lo que podemos destacar es la importancia de que Sant Pau forme parte de esta investigación internacional pionera», apunta el especialista.
La degeneración macular es un problema creciente en sociedades envejecidas como la nuestra y contar con alternativas innovadoras como la terapia génica representa una oportunidad que debe explorarse siempre desde el rigor científico. La participación en este ensayo refuerza el compromiso de la institución con la innovación en oftalmología y contribuye a avanzar en el desarrollo de soluciones de futuro para una enfermedad cuya prevalencia aumenta con el envejecimiento de la población.