Investigadores del Instituto de Investigación Sant Pau (IR Sant Pau) han publicado en la revista Epilepsy & Behavior un estudio que documenta una elevada frecuencia de síntomas neuropsiquiátricos en adultos con complejo de esclerosis tuberosa (CET), una enfermedad genética minoritaria, multisistémica y de expresión clínica muy variable. Esta patología afecta fundamentalmente al sistema nervioso, aunque también compromete a otros órganos como los riñones, el corazón, la piel o los pulmones.
El trabajo, que analiza detalladamente el perfil cognitivo y emocional de 28 pacientes adultos con diagnóstico confirmado de CET y sin discapacidad intelectual severa, pone en evidencia una necesidad asistencial aún desatendida. Aunque la mayoría de los participantes presenta alteraciones emocionales, cognitivas o conductuales significativas, solo una minoría ha accedido a atención especializada en salud mental.
Entre los síntomas más habituales destacan los cambios de humor, detectados en el 80 % de los casos, la timidez excesiva, presente en el 70 %, y los trastornos del sueño y de la atención, que afectan al 60 %. Además, la mitad de los pacientes manifestaba baja autoestima. Pese a esta carga sintomática, solo cuatro personas —un 14 % del total— habían recibido atención psiquiátrica o psicológica. «Nuestros pacientes tienen muchos problemas en estas esferas neuropsiquiátricas, pero no consultan por este motivo. Y desgraciadamente tampoco tenemos nosotros la manera de poder hacer un seguimiento más estrecho, porque hay tantas carencias en el tema de la salud mental que al final es una necesidad no cubierta», explica la Dra. Alba Sierra, investigadora del grupo de Epilepsia del IR Sant Pau, neuróloga del Hospital Sant Pau y autora correspondiente del estudio.
El CET está causado por mutaciones en los genes TSC1 o TSC2, que provocan una activación anómala de la vía mTOR, dando lugar a la formación de hamartomas. Estas masas benignas, compuestas por células normales, pero desorganizadas, pueden desarrollarse en diferentes órganos. Cuando afectan al sistema nervioso central, pueden provocar epilepsia, discapacidad intelectual y trastornos neuropsiquiátricos.
Aunque el papel de la epilepsia ha sido ampliamente investigado, los síntomas emocionales y cognitivos, conocidos como TAND (TSC-Associated Neuropsychiatric Disorders), han recibido menos atención, especialmente en adultos. «La gravedad de la enfermedad es muy variable: hay personas con afectación leve que se diagnostican en la edad adulta casi por azar, y otras con epilepsia grave, discapacidad intelectual y afectación en múltiples órganos. Por eso incluimos un rango de edad amplio, entre 18 y 65 años. Es una enfermedad que puede manifestarse en cualquier momento de la vida», señala la Dra. Sierra.
La investigación combinó una evaluación clínica con una batería neuropsicológica exhaustiva. Todos los pacientes efectuaron pruebas estandarizadas de inteligencia (WAIS-IV) y cribado cognitivo (MoCA), además de escalas específicas para valorar ansiedad, depresión, calidad de vida y percepción subjetiva de salud. Se utilizó también el listado TAND-L, que permite detectar síntomas en distintas esferas, desde el comportamiento hasta las habilidades académicas. A nivel clínico, se consideraron antecedentes de epilepsia, espasmos infantiles, hallazgos en resonancia magnética y electroencefalograma, así como el perfil genético cuando estaba disponible.
Los resultados mostraron una clara asociación entre la gravedad y duración de la epilepsia y un menor rendimiento cognitivo. También se observaron correlaciones significativas con otros factores clínicos. Por ejemplo, los pacientes con antecedentes de espasmos infantiles o con mutaciones en el gen TSC2 presentaban un perfil cognitivo más deteriorado y mayores dificultades emocionales y académicas. Asimismo, la localización de hamartomas en los lóbulos frontal y parietal del cerebro se asoció con alteraciones en el comportamiento, el aprendizaje y otras funciones cognitivas específicas.
«Vimos que no solo la epilepsia condiciona la evolución de estos síntomas. La genética y la localización de los hamartomas cerebrales también están implicados. El impacto es multifactorial», subraya la doctora.
Más allá de los resultados clínicos, el estudio invita a reflexionar sobre el modelo asistencial que se aplica a estos pacientes. Tradicionalmente, las consultas de neurología se han centrado en el control de las crisis epilépticas, sin abordar de forma sistemática los síntomas neuropsiquiátricos. «Vamos muy enfocados hacia los síntomas puramente neurológicos y a lo mejor estos otros problemas, que afectan directamente a su calidad de vida, no los hemos ido explorando tanto. Esta investigación pone el foco precisamente en esa necesidad de mirar más allá de las crisis», añade la Dra. Sierra.
En línea con esta visión integral, el equipo insiste en la necesidad de una atención multidisciplinar. El CET no afecta únicamente al cerebro, sino que puede generar complicaciones graves en órganos vitales, como insuficiencia renal, alteraciones cardíacas o enfermedad pulmonar. «El seguimiento debe ser integral. Una enfermedad con afectación sistémica como esta necesita que los especialistas trabajen de forma conjunta. Es la única manera de ofrecer una atención de calidad», concluye la Dra. Sierra.
El estudio abre la puerta a futuras investigaciones que permitan seguir la evolución de estos síntomas a lo largo del tiempo. Estudios longitudinales ayudarían a entender mejor cómo se modifican las alteraciones neuropsiquiátricas con la edad y facilitarían el desarrollo de estrategias de intervención más eficaces y personalizadas.
Toscano-Prat C, García-Sánchez C, Ros-Castelló V, Barguilla-Arribas A, Saladich IG, Rodríguez-Clifford K, Torra-Balcells R, Boronat S, Sierra-Marcos A. Cognitive and neuro-psychiatric profile in adult patients with epilepsy secondary to Tuberous Sclerosis Complex. Epilepsy Behav 2025;166:110380. https://doi.org/10.1016/j.yebeh.2025.110380